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Hace cuatro años, mis hermana y yo decidimos abrir un café juntas. Montar una cafetería era un sueño, pero también una forma de entender la vida. Antes de abrir el local, ya éramos asiduas a las cafeterías: entonces yo era periodista en un periódico y me refugiaba en ellas para escribir, mientras que Emily era una auténtica «cafeteriana»: podía pasarse el día entero allí, leyendo o simplemente perdiéndose en sus pensamientos.

Ella, que sentía una atracción inexplicable por el café, tras graduarse buscó trabajo en una cafetería, aprendió el oficio y descubrió sus verdaderas pasiones. Yo, por mi parte, cubría la sección de decoración en el periódico y me apasionaba el diseño de espacios. Una noche, hace ya años, en la cafetería de siempre, las dos hablamos de aquel proyecto… y el proyecto se hizo realidad.

Cuatro años después, he comprendido que, además de servir un buen café, lo esencial es conseguir que el cliente se sienta a gusto. Creemos en la teoría de que «Dios los cría y ellos se juntan»: a los que amamos el desparpajo y la autenticidad nos gusta la gente igual. Así que decidimos montar un local con esa filosofía: quizá no seamos hiperprofesionales en el servicio, pero sí hiperhonestos.

Tal vez por eso hemos hecho tantos amigos: para muchos, YABOO es su segunda casa en Taipéi. En realidad, mi hermana y yo hemos recibido mucho más cariño y gratitud de la que damos. En el futuro, YABOO seguirá sobreviviendo con esta actitud, esperando a quienes quieran disfrutar de un buen café y de unos momentos de desconexión.

Café especial: «Lo que me dé la gana». Es un café preparado al momento para los que buscan algo distinto; cada taza que sale de la barra es casi única, para que los amantes del café prueben sabores inesperados.